La señora Colombo (I): la detective maruja

Colombo.
Peter Folk dio vida al inspector Colombo en 68 episodios emitidos entre 1971 y 2003.

Es posible que muchos no la recuerden o, incluso, jamás hayan oído hablar de ella. Sin embargo, como su marido, la señora Colombo forma parte del imaginario colectivo de una época. ¿Alta y esbelta? ¿Bajita y regordeta? ¿O tal vez pequeña y esquelética? Nadie lo sabe, porque a pesar de estar presente en cada uno de los capítulos de la mítica serie (por así decirlo, ya que originariamente no tenía la regularidad que se le supone a este tipo de producto televisivo) protagonizada por el ya fallecido Peter Falk, nunca la vimos en pantalla.

 

En realidad, nunca la vimos dentro de Colombo, aunque sí que existió un amago de presentarla en sociedad del que poca gente sabe su existencia. Se trata de una serie llamada Mrs. Columbo (La Señora de Colombo, 1979-80) con la que trataron de aprovechar el tirón del detective despistado por excelencia, pero que entraba en tal contradicción con la original que pronto abandonó la referencia al policía para finalmente dejar de existir.

 

Y es que esa señora Colombo poco tenía que ver con la esposa de nombre desconocido al que Falk aludía constantemente en sus investigaciones, manteniéndola presente in absentia y convirtiéndola así en un personaje de apariencia desconocida. Hasta hace poco, ya que en 2009 la 1 de Televisión Española nos presentó a la auténtica señora Colombo o, al menos, cómo sería el detective Colombo si fuese una mujer, concretamente, la inspectora Lebrel, personaje central de Los misterios de Laura. Su inseparable gabardina, su aparente despiste –que no es más que un truco para ocultar una astucia fuera de lo común– y su verborrea son sólo algunos de los elementos fundamentales que comparten ambos personajes, que, a diferencia de otros detectives de ficción, son 'personas normales', con familia, coches cutres y una vida más allá de comisaria, como todo hijo de vecino.

 

Esta referencia tan obvia se reconoce en la propia página web de RTVE, donde aseguran que la serie recoge "el espíritu de títulos como Se ha escrito un crimen, Colombo o los enigmas de Agatha Christie", un espíritu que se deja ver especialmente en la segunda temporada, cuando los guionistas deciden homenajear abiertamente iconos del misterio como Diez negritos, El nombre de la rosa o el Cluedo (de esto hablaremos en otra entrada); también se aprecia en la dinámica, los tempos, las maneras... Un ejemplo: Laura es de esas detectives que, a partir de un clic, descubre qué pasó realmente, un misterio que desvela sólo después de haber reunido a todos los sospechosos.

 

 

"¿Dónde está el fiambre?", pregunta la inspectora en la primera escena de la serie, que no tiene desperdicio (podéis verla en el vídeo de arriba). Es toda una declaración de intenciones y un adelanto de lo que será el tono general de Los misterios de Laura, en la que Lebrel –sí, se apellida igual que un tipo de galgo especialmente dotado para la caza– no tiene el menor pudor en sentarse a la mesa junto al ricachón al que está protegiendo y su familia y pedirles la receta de la tarta de chocolate que sirven como postre, o en pasear por doquier sus bolsas del supermercado… Porque Laura es toda una detective, pero también es toda una maruja, que tiene que hacer la comida, cuidar de sus hijos –dos gemelos engendrados por el mismísimo Satanás, todo hay que decirlo–, poner lavadoras… Y, si puede ser, sacar tiempo para ver la telenovela, a la que está absolutamente enganchada.

Escena de Los misterios de Laura.
Punto número uno del manual de la maruja: fuera complejos (ojo a los sospechosos).

Todo ello, en principio, sola, porque la inspectora está separada, de otro policía (al que da vida Fernando Guillén Cuervo) que acaba convirtiéndose en su jefe, y que como todos los jefes tiene poco tiempo para sus niños (¿he dicho ya que son dos demonios?). A la no-pareja se unen otros personajes: el compañero chuleta con el que se intuye va a acabar habiendo tensión sexual (no sabemos si resuelta o no), la poli eficiente-zorra (en muchos momentos, sobre todo lo segundo, en varios sentidos además), el novato-becario que tiene más voluntad que luces (aunque hay momentos en que el coco no le va mal del todo)… Mucho más paisaje del que tenía Colombo, que a menudo parecía que trabajaba solo no ya en la comisaría, sino en la ciudad (tirando por lo bajo).

 

Entre el abanico de secundarios tenemos que destacar a la vecina supuestamente buenorra (es Eva Santolaria, así que cada cual que juzgue por sí mismo) que acaba siendo sustituida (supongo que por compromisos laborales de la citada Santolaria) por la madre de la artista, añadiendo un elemento marujil más al cóctel (y encasillando un poco más a Beatriz Carvajal, que vuelve a hacer, con algún mínimo matiz, el papel de 'Torrijas' o 'Croqueta' de Aquí no hay quien viva o La que se avecina).

 

Fotograma de Los misterios de Laura.
Laura hablando con el ex marido, la zorra eficiente y el compi promiscuo.

Puede que al espectador cultureta le chirríe la mezcla y puedan molestarse según qué actitudes, comentarios, argumentos o mecanismos, pero en general al público Laura le encanta, por la sencilla razón de que se identifica con ella. Es una maruja, pero es lista, y resuelve casos (uno por capítulo, como Colombo, Jessica Fletcher y otros tantos). Es cercana, y divertida. Y no es el típico pivonazo de las series que nadie se encuentra luego en una comisaría. Por eso Laura y sus misterios lo petaron. La serie funciona, y prueba de ello es que la segunda temporada dobló el número de episodios de la primera (que fue bastante modesta, con tan sólo seis episodios de una hora cada uno) y se está rodando la tercera, en la que se unirá al reparto (en general, de bastante calidad, incluyendo a los actores que pasan por cada caso como víctimas o sospechosos) la pequeña de las Lebrel, que ya fue presentada en el último capítulo emitido. Hasta ahora la señora Colombo ha barrido en los índices de audiencia. Está por ver lo que depara el futuro para esta particular inspectora.

 

Continuará…

 

Penelope Cleese

penny.cleese@gmail.com

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Comentarios: 3
  • #1

    Ramón Vidal (lunes, 23 abril 2012 11:43)

    A mi la detective inofensiva por antonomasia me parece la embarazadisima Frances McDormand de Fargo, escuchando a su marido hablar de pesca en la cama con la tele de fondo mientras repasa mentalmente el caso de secuestro que esta llevando.

  • #2

    Penny Cleese (lunes, 23 abril 2012)

    Aparentemente inofensiva... Hay muchos así. Hasta Vicenta, de Aquí no hay quien viva tiene una vena detectivesta fascinante.

  • #3

    El Advenedizo (lunes, 23 abril 2012 14:22)

    Es interesante esa referencia a Fargo, aunque creo que los Coen van por otro lado. Mientras que Laura es más parodia/homenaje al procedimental de toda la vida (caso de la semana, sospechosos que el lector descubre al ritmo del investigador con pistas confusas, resolución cerrada y mensaje amable), el personaje de la McDormand está más cerca del policía del thriller, que realmente no llega a resolver nada. Y, en el estilo Coen que se mantiene hasta No es país para viejos, es un detective que prácticamente resuelve las cosas por casualidad. Aunque tienes razón en que el contraste entre la cotidianidad y la sordidez es parecido al de Laura, entiendo que la sordidez de Laura o de Holmes es más retórica y la de los Coen más cruda (vamos, más realista, aunque en el caso Coen o Tarantino sepamos que es una postura pulp que no aspira a un realismo "real"). O no, vamos, que esto me se acaba de ocurrir.

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