Películas con trucos (I): Introducción

Méliès. Todo el mundo sabe quién es y por qué se le recuerda, o como mínimo suena de haberlo oído nombrar en alguna ocasión. Este año está de actualidad gracias a Martin Scorsese y su La invención de Hugo, que arrasó en los premios técnicos y artísticos de los Oscars. Así pues, y para el que aún no lo sepa, diremos de Méliès que se le suele considerar el padre de los efectos especiales (FX).

En sus películas utilizaba múltiples exposiciones del negativo para conseguir ilusiones ópticas. Curiosamente, este sencillo concepto es algo aún vigente hoy día y es la base de la composición digital. Programas informáticos como Photoshop se basan en la superposición de capas para crear una imagen y de esta premisa parten todos los FX que se crean actualmente en cualquier medio audiovisual. Resumiendo, Méliès, en 1904, fue el creador de una serie de técnicas visuales que un siglo después son la base de los FX en el cine moderno.


No voy a entrar en detalles técnicos pues explicar todos los conceptos que actúan en una creación cinematográfica es arduo. Sin embargo, creo que es interesante analizar cómo son aprovechados. 

Los FX son básicamente “trucos”, trucos para crear una ilusión. Ilusiones que van desde simular una herida de bala a la creación de un complejo mundo ficticio. Cuando los primeros espectadores vieron un tren en pantalla acercándose rápidamente a ellos huyeron despavoridos. No había truco en ese plano, era una simple grabación, pero la reacción emocional que produjo es lo que impulsó la vertiginosa carrera del cine. Buscar que el espectador disfrute riendo, llorando, asustándose, emocionándose es lo que debe hacer siempre una película y los FX deben usarse sólo para potenciar esas sensaciones. Sin embargo no siempre es así.

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Existe un caso curioso: Final Fantasy: La fuerza interior es una película de animación digital estrenada en 2001, fue un fracaso de taquilla, tuvo una acogida tibia por parte de la crítica y poca gente sabe que existe. Pero curiosamente ocupa un puesto importante en la historia del cine, ¿por qué? La respuesta es que es una proeza técnica. El objetivo de sus creadores fue el crear la primera película digital foto-realista y usaron todos los recursos disponibles entonces para conseguir esa meta. Y casi lo consiguieron. La película fracasó estrepitosamente a la hora de que sus “actores” digitales foto-realistas trasmitieran reacciones humanas convincentes. El público se quejó de que producían una sensación artificial y no conseguían empatizar con ellos. Como resultado el espectador no consigue entrar en ese mundo ficticio. Su calidad artística es incuestionable y abrió muchos caminos a posteriores producciones que aprovecharon sus avances técnicos. El resultado de esta evolución lo podemos ver en Avatar de James Cameron, película que ha conseguido crear una legión de fans que incluso lloran por saber que Pandora no existe... Final Fantasy y Avatar, dos caras de una misma moneda, en ambas sus FX son prodigiosos pero sus resultados finales son muy diferentes.

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He descrito un caso extremo de dos mega-producciones en las que los FX son protagonistas absolutos. Pero lógicamente los FX no se limitan a esto. Muchos artistas defienden que los mejores FX son aquéllos que son invisibles para el espectador. A muchos les sorprendería descubrir que muchos de los planos de una película o serie de televisión que consideramos “normales”, sin efectos, se ven reforzados por éstos. En muchas ocasiones, con el fin de abaratar costes, se recurre a rodar a los actores en pantalla verde para insertarlos en un determinado escenario real. 


La premisa de “menos es más” es otra de las particularidades que muchos artistas defienden a la hora de emplear FX. Películas como Tiburón de Spielberg o Alien de Ridley Scott son quizás el máximo exponente de esta premisa. En ambas se usaron ambientes opresivos (el basto mar y una pequeña embarcación en una, una nave espacial de estrechos pasillos en otra), sus monstruosos protagonistas apenas son mostrados usando “trucos” sonoros y planos estratégicamente diseñados para reforzar su presencia. Cuando el espectador termina de ver una de estas pelis no se queja de lo poco que se ven los “bichos” si no que exclaman lo mucho que aterran. La pericia del director es fundamental a la hora de afrontar un proyecto de esta manera, jugando con el miedo a lo desconocido. El problema que existe hoy día es que la creación de FX es cada vez más barata y es muchísimo más sencillo y rápido para un director afrontar una escena con espectaculares efectos. Esto ha provocado una saturación de productos audiovisuales plagados de éstos, en muchos casos innecesarios.

 

Un ejemplo lo tenemos en la nueva saga de Star Wars en la que un desquiciado George Lucas ha ido incrementando el uso de FX digitales película a película hasta el punto de que su última película esta casi toda rodada en croma. Un actor que rueda en croma se encuentra ante el problema de que si no tiene referencias espaciales de su entorno en muchos casos se siente perdido, tiene que imaginarse el escenario en el que se encuentra. Esto provoca que en muchos casos las actuaciones sean artificiales y sus movimientos rígidos y antinaturales. Durante su actuación el actor piensa: tengo que esquivar una mesa que no veo mientras miro intensamente a mi oponente. Llegados a este punto te planteas para qué tanta tecnología si con una mesa de verdad hubiera conseguido una actuación más real. Cierto que la saga Star Wars no se caracteriza por grandes actuaciones pero las pelis antiguas con sus sets de cartón-piedra nos regalaban unos personajes sencillos pero carismáticos, mientras que las últimas con sus complejos escenarios virtuales nos brindan personajes... ¡maldita sea!. Hasta los Muppets tienen más expresividad...

Ahora bien, no deseo que el lector se lleve una idea errónea de mi punto de vista hacía los FX. Adoro los FX y vivo de ellos. Me encanta cómo la tecnología digital evoluciona y nos brinda personajes como Gollum de El Señor de los Anillos, Davy Jones de Piratas de Caribe o los Transformers de Michael Bay. Sí, Transformers, no hay guión y seguro que pierdo neuronas tras su visionado pero me chifla ver robots de cinco metros dándose hostias, es desestresante. Además, analizando esta saga descubrimos otro tipo de cine: el palomitero en el que sólo pagamos el precio de la entrada por ver espectaculares FX. Sabiendo a lo que vas, se convierte en un entretenimiento perfectamente válido. Para mí el corazón de esa gran mentira que es el cine es un buen guión y los FX su columna vertebral y, en ocasiones, sólo en ocasiones, con la columna basta. 

 

Continuará...                                                     

 

Drender

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