Una de moros y cristianos

Finaliza la oración de la mañana. No hay formas consagradas para todos. Ambiente tenso. El suelo todavía permanece húmedo del rocío.

Así rezaba el primer tuit de @TwitstoriadeEsp el pasado 16 de julio. Como hace ocho siglos, este año la fecha ha coincidido con un lunes, el mismo día en que tuvo lugar un acontecimiento determinante para la historia de España: la batalla de Las Navas de Tolosa, en la que las tropas cristianas vencieron al Ejército del califa almohade Muhammad An-Nasir (quizás os suene más como Miramamolín) cerca del municipio jiennense de Santa Elena, en plena Sierra Morena.

Cartel VIII centenario batalla Navas de Tolosa

Hay quien se empeña en asegurar que, de haber sido otro el final de la contienda, las actuales féminas ibéricas estaríamos en casa, calladitas y con un pañuelo en la cabeza, algo difícilmente creíble. Para empezar, porque ni siquiera en muchos de los lugares en los que el Islam mantuvo su hegemonía el papel de la mujer se ciñe necesariamente a ese perfil; sobre todo, porque la historia nos dice que realmente Las Navas no acabaron con los almohades. El imperio sobrevivió una década más y Al-Ándalus, como todos sabemos, no cayó hasta 1492 (desde 1212, echad cuentas). Un dato más: unos años antes, en 1195, los castellanos sufrieron una estrepitosa derrota en Alarcos (Ciudad Real) y no por ello los musulmanes se quedaron en la Península ad aeternam.

Las Navas, pues, no es relevante porque en ella se salvaran las almas hispanas del moro invasor, como parece que han querido vender desde el Ayuntamiento de La Carolina, localidad que ha asumido los actos conmemorativos del octavo centenario por encontrarse en su término la pedanía de Navas de Tolosa (único núcleo urbano que comparte nombre con la batalla según el alcalde, Francisco Gallarín). Dejando a un lado las típicas recreaciones y mercados, los actos institucionales han tenido un marcado carácter católico y militar, obviando a una de las partes que, aun vencida, forma parte de la historia. Una historia en la que Las Navas supuso el fin de una guerra por el control territorial del centro peninsular, que acabó cuando los cristianos se hicieron con Despeñaperros (misterioso pastor mediante, de acuerdo con la leyenda).

Pese a todo, el aniversario ha pasado bastante desapercibido. No en la provincia, desde luego, incluso en las regiones implicadas (Andalucía, Castilla-La Mancha, Aragón y Navarra; la presencia leonesa fue testimonial); tampoco para los amantes de la historia (como los amigos de Twitstoria de España, que crearon el hashtag #ReNavasTolosa y narraron en tiempo real la contienda como si de un acontecimiento actual se tratara). Para el gran público, no obstante, no ha sido precisamente uno de los eventos del año (como lo fue, merecidamente por supuesto, el bicentenario de la Constitución de Cádiz). Quizás sea dejadez, quizás obsesión por lo políticamente correcto (eso de celebrar que los cristianos hundieron a los moros no está bonito…). Quién sabe… El caso es que la cosa ha sido como ha sido.

 

   16 de julio. Como hace ocho siglos, este año la fecha ha coincidido con un lunes, el mismo día en que tuvo lugar un acontecimiento determinante para la historia de España: la batalla de Las Navas de Tolosa, en la que las tropas cristianas vencieron al Ejército del califa almohade Muhammad An-Nasir (quizás os suene más como Miramamolín) cerca del municipio jiennense de Santa Elena, en plena Sierra Morena.

 

Hay quien se empeña en asegurar que, de haber sido otro el final de la contienda, las actuales féminas ibéricas estaríamos en casa, calladitas y con un pañuelo en la cabeza, algo difícilmente creíble. Para empezar, porque ni siquiera en muchos de los lugares en los que el Islam mantuvo su hegemonía el papel de la mujer se ciñe necesariamente a ese perfil; sobre todo, porque la historia nos dice que realmente Las Navas no acabaron con los almohades. El imperio sobrevivió una década más y Al-Ándalus, como todos sabemos, no cayó hasta 1492 (desde 1212, echad cuentas). Un dato más: unos años antes, en 1195, los castellanos sufrieron una estrepitosa derrota en Alarcos (Ciudad Real) y no por ello los musulmanes se quedaron en la Península ad aeternam.

 

Las Navas, pues, no es relevante porque en ella se salvaron las almas hispanas del moro invasor, como parece que han querido vender desde el Ayuntamiento de La Carolina, localidad que ha asumido los actos conmemorativos del octavo centenario por encontrarse en su término la pedanía de Navas de Tolosa (único núcleo urbano que comparte nombre con la batalla según el alcalde, Francisco Gallarín). Dejando a un lado las típicas recreaciones y mercados, los actos institucionales han tenido un marcado carácter católico y militar, obviando a una de las partes que, aun vencida, forma parte de la historia. Una historia en la que Las Navas supuso el fin de una guerra por el control territorial del centro peninsular, que acabó cuando los cristianos se hicieron con Despeñaperros (misterioso pastor mediante, de acuerdo con la leyenda).

 

Pese a todo, el aniversario ha pasado bastante desapercibido. No en la provincia, desde luego, incluso en las regiones implicadas (Andalucía, Castilla-La Mancha, Aragón y Navarra; la presencia leonesa fue testimonial); tampoco para los amantes de la historia (como los amigos de Twitstoria de España, que crearon el hashtag #ReNavasTolosa y narraron en tiempo real la contienda como si de un acontecimiento actual se tratara). Para el gran público, no obstante, no ha sido precisamente uno de los eventos del año (como lo fue, merecidamente por supuesto, el bicentenario de la Constitución de Cádiz).

Quizás sea dejadez, quizás obsesión por lo políticamente correcto (eso de celebrar que los cristianos hundieron a los moros no está bonito…). Quién sabe… El caso es que la cosa ha sido como ha sido.

 

De hecho, la cosa ha sido como es en general para esta batalla, que por hache o por be va desvaneciéndose (o tergiversándose) en la memoria colectiva, haciendo que se desaproveche su auténtico potencial. Porque sí, hay cienes (o decenas) de libros relacionados con la batalla, incluyendo el de un desconocido Francisco Rivas, que ha aprovechado el tirón del octavo centenario para publicar su primera obra, 1212. Las Navas (sí, muy original); hasta Juan Eslava Galán ha ambientado su última novela en Las Navas, porque está feo no responder a una petición de tu tierra (es de Arjona el hombre) y porque él se aprovecha del aniversario y el aniversario de él, que tiene un nombre y un colega tan mediático como Arturo Pérez Reverte para acompañarle a la presentación (hace unos meses, en el Museo de Las Navas de Tolosa).

 

Decía, pues, que sí, que el salto al papel impreso, como a las crónicas, sí que se ha producido, ¿pero qué me decís del salto a la gran pantalla? Ya lo decía el mencionado autor de Alatriste (al que, en general, y lo siento mucho por los acérrimos lectores, no soporto en sus formas, pero en esto tengo que darle toda la razón, sin que sirva de precedente) en un artículo que publicó en XLSemanal el 12 de julio de 2010: “¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura”.

 

Aquí nos topamos, de nuevo, con la duda de si se trata de dejadez, obsesión por lo políticamente correcto… Quién sabe… Lo que sí sabemos es que, aunque no todo el cine español gira en torno a la Guerra Civil, sí lo hace buena parte de él, olvidándose de otros episodios a los que se puede sacar muchísimo jugo. No somos muy dados al cine histórico, y tenemos lo esencial: escenarios impresionantes y buenos argumentos.

 

En cuanto a lo primero, a los tremendos paisajes (desde el desierto almeriense a los lagos de Covadonga, por ejemplo) se unen construcciones no siempre muy conocidas que atestiguan el paso de distintas culturas y civilizaciones (sin ir más lejos, Jaén cuenta con una de las mayores concentraciones de fortalezas de Europa). Respecto a lo segundo, no hay más que abrir un libro de historia. ¿Qué quieres? ¿Fenicios? ¿Romanos? Tal vez seas más de cartagineses… Y los moros… Qué pedazo de películas se podrían hacer sobre moros y cristianos, desde comedias románticas hasta largos bélicos, con acero, sangre y vísceras (a eso le suman traiciones, sexo y dragones y tienes Juego de tronos. ¿Qué más se puede pedir?).

 

El problema, por tanto, no son los escenarios ni los argumentos. Tampoco los actores, porque entre tanto machito de torso pétreo y verso incomprensible hay un buen puñado de buenos profesionales, como también los hay en el resto de campos (directores, técnicos, etc.). ¿Hablamos entonces de pasta? Pse… No sé yo qué decir… Alatriste contó con 25 millones de euros de presupuesto que no sirvieron más que para crear una abominación sin sentido. Es verdad que, pese a todo, aquella peli era rentable de partida, porque se contaba con la complicidad de los adeptos a las novelas, que son muchos. Sin embargo, yo soy de la opinión de que el interés es relativo, y puede despertarse contando una buena historia. El dinero no remedia un mal guión, pero un buen argumento puede compensar otras carencias. Bueno, a Mario Casas puede que no, a menos que vaya a un logopeda…

 

De hecho, la cosa ha sido como es en general para esta batalla, que por hache o por be va desvaneciéndose (o tergiversándose) en la memoria colectiva, haciendo que se desaproveche su auténtico potencial. Porque sí, hay cienes (o decenas) de libros relacionados con la batalla, incluyendo el de un desconocido Francisco Rivas, que ha aprovechado el tirón del octavo centenario para publicar su primera obra, 1212. Las Navas (sí, muy original); hasta Juan Eslava Galán ha ambientado su última novela en Las Navas, porque está feo no responder a una petición de tu tierra (es de Arjona el hombre) y porque él se aprovecha del aniversario y el aniversario de él, que tiene un nombre y un colega tan mediático como Arturo Pérez Reverte para acompañarle a la presentación (hace unos meses, en el Museo de Las Navas de Tolosa).

Decía, pues, que sí, que el salto al papel impreso, como a las crónicas, sí que se ha producido, ¿pero qué me decís del salto a la gran pantalla? Ya lo decía el mencionado autor de Alatriste (al que, en general, y lo siento mucho por los acérrimos lectores, no soporto en sus formas, pero en esto tengo que darle toda la razón, sin que sirva de precedente) en un artículo que publicó en XLSemanal el 12 de julio de 2010: “¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura”.

 

Batalla de Las Navas de Tolosa, de Van Halen, expuesta en el palacio del Senado (Madrid). Pintura al óleo.
La batalla de Las Navas de Tolosa según Van Halen (Óleo expuesto en el palacio del Senado).


Aquí nos topamos, de nuevo, con la duda de si se trata de dejadez, obsesión por lo políticamente correcto… Quién sabe… Lo que sí sabemos es que, aunque no todo el cine español gira en torno a la Guerra Civil, sí lo hace buena parte de él, olvidándose de otros episodios a los que se puede sacar muchísimo jugo. No somos muy dados al cine histórico, y tenemos lo esencial: escenarios impresionantes y buenos argumentos.

En cuanto a lo primero, a los tremendos paisajes (desde el desierto almeriense a los lagos de Covadonga, por ejemplo) se unen construcciones no siempre muy conocidas que atestiguan el paso de distintas culturas y civilizaciones (sin ir más lejos, Jaén cuenta con una de las mayores concentraciones de fortalezas de Europa). Respecto a lo segundo, no hay más que abrir un libro de historia. ¿Qué quieres? ¿Fenicios? ¿Romanos? Tal vez seas más de cartagineses… Y los moros… Qué pedazo de películas se podrían hacer sobre moros y cristianos, desde comedias románticas hasta largos bélicos, con acero, sangre y vísceras (a eso le suman traiciones, sexo y dragones y tienes Juego de tronos. ¿Qué más se puede pedir?).

El problema, por tanto, no son los escenarios ni los argumentos. Tampoco los actores, porque entre tanto machito de torso pétreo y verbo incomprensible hay un buen puñado de buenos profesionales, como también los hay en el resto de campos (directores, técnicos, etc.). ¿Hablamos entonces de pasta? Pse… No sé yo qué decir… Alatriste contó con 25 millones de euros de presupuesto que no sirvieron más que para crear una abominación sin sentido. Es verdad que, pese a todo, aquella peli era rentable de partida, porque se contaba con la complicidad de los adeptos a las novelas, que son muchos. Sin embargo, yo soy de la opinión de que el interés es relativo, y puede despertarse contando una buena historia. El dinero no remedia un mal guión, pero un buen argumento puede compensar otras carencias. Bueno, a Mario Casas puede que no, a menos que vaya a un logopeda…

 

 

Continuará…

 

Penelope Cleese

penny.cleese@gmail.com

 

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Comentarios: 3
  • #1

    Minister of Silly Walks (sábado, 21 julio 2012 12:12)

    Muy bien planteada tiene que estar una película histórica, y mucho apoyo tiene que recibir (sobre todo a nivel promocional) para que los españoles vayamos a verla, no vaya a ser que aprendamos algo de historia y luego no nos lo podamos quitar de la cabeza...

  • #2

    Cpt. Flint Baker (sábado, 21 julio 2012 13:30)

    Estupenda entrada, muy educativa. Totalmente de acuerdo con lo que planteas (especialmente en lo referente a Mario Casas...). No, ahora en serio, la presencia de la Guerra Civil en la ficción española (y añado aquí pre-guerra y post-guerra) es abrumadora y llega a ser aburrida, además de una aparente condición sine qua non para premios literarios y cinematográficos. Por cierto, quiero saber más sobre ese pastor misterioso: ¿un Efialtes a la inversa y a la española? Cuenta, cuenta...

  • #3

    Penny Cleese (sábado, 21 julio 2012 15:18)

    Minister of Silly Walks: Ay, quítamela, quítamela... :D
    Cpt: Pues... sí, ciertamente algo tiene que ver con Efialtes. Se supone que el pastor (que tiene su propia entrada en Wikipedia)enseñó a los cristianos un camino alternativo por Despeñaperros, un atajo que les permitió pillar por sorpresa a las tropas de Miramamolín (más numerosas). Existe una base histórica, pero como no hay muchos datos, cada cual se monta su película. El elemento común es un guía harto conocedor del terreno, que si ha sido sinuoso hasta hace dos días, imagínate entonces...

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