No sé si ha sido el destino, la casualidad o el azar, el caso es que, en mitad de la pequeña vorágine de copagos, tarjetas sanitarias y objetores de conciencia que estamos viviendo, esta semana en Continuará… ha tocado hablar de doctores. Podréis imaginar, sin embargo, que no vamos a centrarnos en los de bata blanca (no es nuestro estilo…), sino un tipo muy particular. Vamos a hablar, de hecho, de El Doctor, en mayúsculas, un apelativo que para muchos no sugiere nada más allá del médico del pueblo pero que para mí, como para otros pocos, es sinónimo de Christopher Eccleston, David Tennant y –por mucho que me costara asumirlo– Matt Smith. Hablo, como no podía ser de otra manera, de Doctor Who.
Esta serie de ciencia ficción británica –cortesía de la BBC– volvió a la parrilla televisiva este sábado después de varios
meses de larga espera para unos servidores que ya no podíamos esperar más; porque, hablando en plata, esta locura engancha. Y sí, digo locura porque a bote pronto la historia es un auténtico
disparate, pero llega un momento en que uno se encuentra tan imbuido que todo parece perfectamente lógico; diría, de hecho, que en cierto modo lo es.
Es difícil resumir en pocas palabras de qué va esto sin acabar enredándose en el argumento; aun así, vamos a intentarlo. Podemos decir que Doctor Who cuenta las aventuras de un Señor del
Tiempo (el último, de hecho, de los Señores del Tiempo, una de las muchas especies que existen en el universo, ¿o debería decir los universos?) que viaja (siempre acompañado de uno o varios
companions, o sea, compañeros de viaje) a través del tiempo y el espacio en una nave con forma de cabina telefónica azul (por fuera, porque por dentro es muy diferente y mucho más espaciosa). Su
nombre real es un misterio, pero todos lo conocen como El Doctor (“¿Qué doctor?”, se preguntan muchos, o lo que es lo mismo, “Doctor who?”).
Tal y como la venden tanto en la cadena pública británica como en Boing (donde ha podido verse en España TDT mediante) es una serie infantil-juvenil; yo, personalmente, discrepo. Los niños ven
entusiasmados Los Simpson o Padre de familia, pero, ¿podemos realmente decir que son series para niños? Bien es verdad que nuestro viajero del tiempo no es tan deslenguado ni
tan… salvaje en cualquier sentido; no obstante, algún capítulo lo considero un poco fuerte para según qué edad, y desde luego estoy convencida de que hay cierto nivel argumental que es para
adultos. Al menos, del Doctor Who moderno, por así decirlo, que es el que conozco mejor.
Efectivamente, hablar de un Doctor Who moderno implica la existencia de otro clásico; y así es, porque la serie comenzó a emitirse en los años 60 del siglo pasado y estuvo en antena hasta diciembre de 1989. Con una película noventera de por medio, El Doctor contemporáneo arrancó en 2005 de la mano de Russell T. Davies como ‘showrunner’ (algo que no existe tal cual en España pero que podríamos traducir como “el masca”, porque básicamente es el que controla por dónde va la serie en cuestión), un puesto que ahora tiene Steven Moffat.
Obviamente, a lo largo de todo este tiempo El Doctor ha cambiado de cara; lo interesante es que aquí no hicieron como con la tía de Will Smith, donde pusieron a una actriz diferente (que no se
parecía en nada a la anterior) a interpretar un mismo personaje sin dar más explicación, sino que se buscaron una excusa. Los Señores del Tiempo se regeneran, de manera que en determinadas
circunstancias adversas pueden cambiar de cuerpo, aunque siguen siendo en esencia los mismos. Bajo esta premisa, hemos tenido once Doctores –más o menos esperpénticos– desde que William Hartnell
que encarnara al primero de ellos en 132 episodios (1963-1966). Nada comparado con los 13 capítulos que protagonizó Eccleston
(ExistenZ, Los otros, 28 días después… o Héroes).
Y cuando todos creíamos que Tennant (Harry Potter y el cáliz de fuego, Cómo entranar a tu dragón o Single
father) se quedaría para siempre, llegó Matt Smith.
Ahora vuelve, en la séptima temporada de la ‘nueva era’, enfrentándose una vez más con su inseparable 'destornillador sónico' a los Daleks, unos de los villanos recurrentes de la serie (demasiado recurrentes para mi gusto, porque se supone que son lo peor de éste y otros mundos, pero El Doctor no hace más que exterminarlos, lo cual no significa que no vuelvan), en la que los protagonistas visitan lugares y momentos singulares (desde la Pompeya pre-Vesuvio hasta el fin del mundo, literalmente), conocen a seres extraordinarios (estatuas que te atacan cuando no las ves, supuestas sirenas…) y acaban cruzándose con personajes de la talla de Winston Churchill o William Shakespeare. Por no hablar de los companions, entre los que hay un perro robótico llamado K-9 (sí, /ˈkeɪ.naɪn/, que es como se dice canine, o sea, canino), la simpática pareja formada por Rory y Amy Pond o la (al principio sobre todo) misteriosa doctora River Song. Pero eso es otra historia…
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