“En un agujero en el suelo vivía un hobbit…”
Uno de los comienzos más conocidos de la historia de la literatura, uno de los mejores, uno de mis favoritos (aunque en mi caso leí antes aquél de “Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón cerrado anunció que celebraría su undécimo primer cumpleaños…”), y el comienzo más adecuado para este especial de Continuará que se extenderá hasta, al menos, el 14 de diciembre (y quien sabe si más allá), cuando se estrene la primera entrega de la nueva trilogía que Peter Jackson ha preparado sobre la Tierra Media: “The Hobbit, an unexpected journey”. Las demás, “The desolation of Smaug” y “There and back again”, llegarán al cine un año y un año y medio después: diciembre de 2013 y junio de 2014. Sobre Tolkien, sobre la Tierra Media, sobre las diversas adaptaciones que la obra magna de este autor británico que se han llevado a cabo, sobre su contexto y su trasfondo, hay mucho que decir. Con este post, una breve introducción al mundo de Tolkien, comenzamos…
Lo que os voy a contar, un poco de todo y de nada, forma parte de la leyenda pero es historia: el aburrimiento tuvo mucho que ver en ello, y cualquiera que alguna vez haya tenido una larga noche de estudio por delante lo sabe. ¿Nunca os ha ocurrido? ¿No os sucede, escritores, dibujantes y artistas frustrados en general, que los periodos de gran actividad, en los que virtualmente no disponéis de un momento que perder son aquellos en los que sentís vuestra creatividad más viva? A mí me pasa todo el tiempo. Durante los largos meses de verano, por ejemplo, rara vez “tengo tiempo para escribir”, pero basta que el aburrido trabajo diario me tenga bien agarrada para que las ideas comiencen a aparecer y molestarme, a no dejarme concentrarme, a volverse urgentes y a demandar atención… Pues bien, gracias a uno de esos periodos, según una carta del propio Tolkien al poeta W. H. Auden, nació El hobbit. Fue durante una larga y presumiblemente aburrida tarde de corrección de exámenes, cuando el ya maduro y eminente profesor de filología y lenguas sajonas, John Ronald Reuel Tolkien escribió descuidadamente, en una hoja de papel, esas palabras: “En un agujero en el suelo…”. Un tiempo después las retomó y las utilizó para un cuento de hadas que contaba a sus hijos por las noches, y que iba escribiendo al mismo tiempo (y corrigiendo, según cuentan las memorias de sus hijos, con los comentarios de ellos y de su tertulia de escritores, los Inklings, entre los que se encontraba C. S. Lewis).
Los procesos de creación tanto de El hobbit como de El señor de los anillos son conocidos y están documentados, aunque de uno a otro hay un largo trecho, un innegable salto cualitativo. Todo ello se verá reflejado, sin duda, en las dos sagas cinematográficas de Jackson, que serán muy diferentes en temática y en tono: ¿recordáis esas primeras escenas en La Comarca de La comunidad del anillo, alegres y desenfadadas, antes de que toda la tragedia y la oscuridad y los nazgul y la niebla y los planos a cámara lenta y los murmullos siniestros e ininteligibles del anillo, y los primeros planos de Elijah Wood muy, MUY angustiado comenzaran a aparecer, y cómo las echasteis de menos? Pues El Hobbit será, inevitablemente, mucho más La Comarca que Mordor (en cuanto a tono, queremos decir), gracias en parte a la comicidad de Martin Freeman (el Bilbo perfecto), que, parece, ha sido muy explotada en el guión. Aunque algo en las declaraciones de Peter Jackson sobre cómo se han introducido pasajes de los Apéndices, la decisión de alargar la trama a tres películas, y el revelador casting (¿Benedict Cumberbatch como el Nigromante, además de Smaug? Para los que no lo sepáis, o no lo recordéis, el Nigromante es “esa fuerza oscura que crece al sur del Bosque Negro”, que Gandalf investiga durante gran parte de la trama de El Hobbit, que apenas se menciona un par de veces, pero que, sí, efectivamente, es Sauron. Con la voz de Sherlock) me hacen pensar que la Oscuridad se va a intuir, y mucho, en la segunda y en la tercera películas. Pero divago…
Así pues, Tolkien escribió El hobbit como un cuento para niños, no tan diferente de otras historias suyas como Mr. Bliss, o la estupenda Roverandom. El señor de los Anillos, en cambio, es harina de otro costal. ¿Cómo se pasa de un inocente y nada irónico cuento para niños o adultos con un gusto por la aventura y la fantasía, a una trilogía de proporciones monstruosas, épica clásica, reminiscencias nórdicas y bíblicas, y montones y montones de genealogía? El secreto está en la lengua, y en una propuesta editorial.
Sucede que el éxito de El hobbit, algo inesperado, provocó que los editores del libro, George Allen & Unwin, pidieran al eminente profesor “una continuación”, una segunda parte, o, como decimos hoy, en la era post-Star Wars, una secuela. Seguro que no se esperaban lo que vendría: doce años de escritura intermitente (de 1937 a 1949), de un libro que no se publicaría hasta 1955, cuando Tolkien tenía ya 63 años. La respuesta inicial del autor, tras esa primera propuesta, fue que no tenía más que contar sobre los hobbits, (je), que ya había dicho todo lo que tenía que decir sobre ellos… Al parecer, pocos días después contestó con una carta en la que afirmaba que estaba escribiendo una continuación de El hobbit. Pero, ¿hasta qué punto es realmente El Señor de los Anillos una continuación de El Hobbit?
Veamos, ambos libros tienen algunas cosas en común. Para empezar, hay hobbits, e irónicamente aprendemos mucho más sobre ellos en el segundo título que en el primero: sus costumbres, su afición por la hierba para pipa (de nuevo, je), sus peculiaridades (que en El hobbit están sólo apuntadas; de hecho, en El hobbit la única diferencia entre un hobbit y un ser humano, concretamente un ser humano inglés de la campiña de británica de principios del siglo XX, es su altura, y sus enormes pies), y su potencial como representación de “el hombre común” frente a la inmensidad. Frodo es un héroe clásico (y lo defenderé hasta la muerte, que sé que hay muchos haters por ahí), aunque tal vez es el menos hobbit de los hobbits… En fin, hay hobbits y apellidos coincidentes. También hay elfos, aunque de alguna manera los de El señor de los anillos son infinitamente más solemnes. En El señor de los anillos Elrond resulta bastante imponente y toma decisiones muy importantes. En El hobbit, básicamente, tiene un Bed and Breakfast la mar de mono llamado Rivendel. Hay arañas gigantes, y está el Anillo, claro, y por supuesto Gollum, del que se intuye su enorme potencial, pero aparte de eso ambos libros difieren mucho en el tono y en las intenciones. En El hobbit, la Aventura, con mayúsculas, rara vez supone un peligro real, más allá de la anécdota. En El señor de los anillos la amenaza es constante y a una escala mucho mayor. No es una aventura con principio y final, es una epopeya, el puente de Tolkien entre la escritura anecdótica y familiar y sus grandes trabajos, mucho más cercanos a la mitología nórdica que al cuento infantil. De ahí todas las rarezas y, según algunos (con los que no estoy de acuerdo), pasajes extraños y suprimibles en El señor de los Anillos (aún busco a alguien que me explique a Tom Bombadil, eso sí. Se aceptan voluntarios en los comentarios).
El señor de los anillos es una obra mucho más madura y trágica, en la que Tolkien plasmó algunos de sus grandes temas: la aventura, por supuesto; sus preocupaciones por la conservación de la naturaleza y los peligros de la industrialización indiscriminada (Isengard y los Ents, por supuesto); la guerra de grandes proporciones, y ahí tiene una gran importancia la presencia del joven Tolkien en las trincheras del Somme; y, sobre todo, la lucha del Bien y el Mal, en un sentido bíblico más que evidente. Sin detenernos demasiado en las implicaciones éticas de la obra, que sois libres de discutir, sí resaltaremos que la fe católica de Tolkien proporciona una base consustancial al libro (igual que el protestantismo de C. S. Lewis es el sustrato nada disimulado de su Narnia, y J. K. Rowling vuelca su fe cristiana, sí, en Harry Potter), que por sí solo daría para una o dos entradas de blog.
Así pues, sí, El señor de los anillos y El hobbit están relacionados, pero el salto entre uno y otro es demasiado grande como pasarlo por alto. De hecho, para quienes leímos El señor de los anillos antes que El hobbit, éste último es un divertimento amable, pero El señor de los anilloses una obra maestra.
Decíamos que el secreto de su complejidad está en la lengua, y no nos referimos a la inglesa, sino a las demás, a las creadas por Tolkien, pues El señor de los anillos se escribió para proporcionar un universo creíble a una lengua, y no al revés. Tolkien, profesor de lenguas sajonas en Oxford, uno de los mayores expertos de su época en el poema épico Beowulf, y politólogo, ya había creado, en la época en que comenzó a escribir El señor de los anillos, gran parte de lo que hoy llamamos “élfico” y que en realidad se compone de varias lenguas y dialectos: quenya, sindarin, etc. El señor de los anillos se creó, en gran parte, para proporcionar un background a esas lenguas, y un universo creíble y lógico al que Tolkien consideró siempre su gran libro, el Silmarillion. Después, lo que inicialmente se había planteado como una secuela de El hobbit, protagonizada por Bilbo, se convirtió en la gran epopeya que conocemos hoy en día. Gracias a Erü.
Sin embargo, lo que más diferencia a una obra de otra es la sensación de pérdida irrecuperable que embarga a la segunda. El señor de los anillos no es un libro de dragones y tesoros recuperados. En realidad, es al género de la fantasía lo que Sin perdón al western: una obra crepuscular, una despedida. Tolkien, desencantado del mundo, ha presenciado dos guerras mundiales y participado en una de ellas. Cuando El señor de los anillos llega a su fin y se inicia la Tercera Edad, la magia está abandonando el mundo, los hombres se hacen con el control. Los elfos, cansados, abandonan la Tierra Media. Ya no hay lugar en el mundo para ellos. Desde El hobbit ha llovido mucho…
Pero ahora, por obra y gracia de Peter Jackson, volvemos al principio. Un principio que no será tan inocente a medida que avance, que estará manchado por nuestro conocimiento de “lo que sucedió después”, pero que no puedo esperar a ver.
En Continuará, durante las próximas semanas, rendimos homenaje (nuestro particular homenaje) a la Tierra Media, a sus antecedentes y a sus hijos bastardos, a sus numerosas reencarnaciones, y a sus receptores. Porque ya lo sabéis, es uno de nuestros lemas: The road goes ever on and on…
Continuará…
Cpt. Flint Baker
cpt.flint.baker@gmail.com
Escribir comentario
El Advenedizo (martes, 20 noviembre 2012 08:42)
Creemos polémica: Tom Bombadil es el mismísimo Erü Ilúvatar, por lo menos. O si no, uno de los Ainur, descaradamente, bendiciendo la misión de los hobbits y tal.
Por otra parte, es curioso que los mejores autores británicos de todos los tiempos (TM) sean todos buenos católicos: Chesterton, Graham Green, Thomas More, Tolkien...
(¿Qué quienes son Shakespeare, Bacon, Blake, Woolf...? Yo que sé... ¿herejes?)
El Advenedizo (martes, 20 noviembre 2012 09:49)
Veo que lo de Tom Bombadil no tiene recorrido...
¿El referente inmediato para la magia crepuscular de 'El Señor de los Anillos' es 'Sin perdón'? ¿La misma mitología nórdica, o el Ciclo Artúrico, que son referentes inmediatos de Tolkien, no tienen ese componente de decadencia frente a la Edad de Oro? Es una idea del tiempo lineal muy heredada de Grecia, con sus edades, y que luego se adaptó al cristianismo y tal. ¿No son los hobbits y los hombres de Rohan y Gondor los protagonistas de la Edad de los Héroes de la mitología griega?
¿El Silmarillion es el Antiguo Testamento y a partir de El Hobbit empieza el nuevo, llegando finalmente la Edad del Hombre? Qué profundo el Tolkien de las narices.
¿No hay un mensaje metalingüístico en ese final crepuscular, el barco que se pierde entre la bruma como el que carga el cuerpo de Arturo? Que además volverá, como Gandalf, mesiánicamente, en nuestra hora de mayor necesidad...
Ramón Vidal (martes, 20 noviembre 2012 10:15)
Cuidado con esos caminos Señor Advenedizo. Las segundas lecturas a la fantasía y la ciencia ficción comercial justifican aberraciones como: la nueva trilogía de la Guerra de las Galaxias, Prometheus, Las Crónicas de Narnia, Avatar... y molestan a Alan Moore y Michael Moorck.
El Advenedizo (martes, 20 noviembre 2012 10:20)
A Alan Moore le molesta el sonido de su propia respiración. Si queréis que La Guerra de las Galaxias sea cruelmente destripada no tenéis más que pedirlo, pero el título de ese artículo sería: "Tú creaste a George Lucas".
Ramón Vidal (martes, 20 noviembre 2012 13:19)
Pues es buen momento ahora que esta lo de la venta de los Derechos y eso. En Promethea el propio Moore dice mediante el gorila deprimido “Esperábamos demasiado de George Lucas”.
Yo creo que también seria necesario hablar en clave intertextual sobre la destrucción del universo expandido de las novelas y tebeos con el titulo: "El ratón que mato a Mara Jade".
El Advenedizo (martes, 20 noviembre 2012 21:45)
Tú escribes ese y yo el de George Lucas y lo sacamos como un especial de entresemana en dos tandas... No hay huevos...